"Aún esperan por ti, aún espero por mi"

Lunes 8 , Junio 2009

Locura, el mundo está loco y no me apetece seguir a ese mundo, no ahora. Hace días me encontré con un colibrí hecho de papel en mi mesa, en la oficina, estaba de trabajo hasta arriba, y cuando regresé a ella lo tenía posado en el teclado. Un colibrí con las alas cerradas te pide que las abras y pienses un deseo, esto, lo aprendí porque en mi cumple-veintinueve me regalón veintinueve colibrís con las alas cerradas, solo he abierto dos… en otro momento de mi vida me hubiese parecido la cosa más tierna y bonita del mundo, un deseo para mí sobre mi mesa. En este no, debe ser que ando un poco perdida, o que no me emocionan según qué cosas, según de quien… debe ser que ando un poco apática con según qué tipo de terrenos tocar.
Cogí el colibrí, lo puse en una esquinita y continué con el trabajo, le abrí las alas, sin pedir un deseo, tal vez por eso, por mi apatía en general con el sexo opuesto entre las cuatro paredes de mi curro. A veces creo que me estoy haciendo la persona más exigente del mundo…. Eso, o que nada me parece lo suficientemente excitante como para querer saber quién está tras las alas de ese colibrí, o tras el último correo que decía “te observo cada día”…es lo que tiene la informática, puedes hacer lo que te dé la gana, en el anonimato más absoluto, y si la otra parte no pone el mínimo interés por ir más allá, pues lo tienes fácil, muy fácil.
Cuando leí el mensaje pensé… bien, ¿y?.
Así que debo tener la balanza un poco chafada, o a veces una se empeña en creer que lo más bonito es algo que ya no se va a dar, supongo que se tiende a idealizar lo que se desconoce, y es que por desgracia soy de esas personas que si creen no haber exprimido lo suficiente una pasión, quieren exprimirla, sin más. Es como cuando no das de ti todo y te quedas con el mal sabor, de no haber disfrutado más, seguramente no habría más que disfrutar, pero las ganas de más son así.
Sé que es cuestión de tiempo, distancia e indiferencia para agotar las ansias de exprimir esa pasión, la indiferencia es lo mejor que ha inventado el hombre para que las ganas de la mujer se agoten y miré hacia otro lado, muy al contrario que el propio hombre, al que cuanta más indiferencia, más ganas.
Soy metódica, metódica en mi estados sentimentales, no soy de las que lloran rogando, porque si hay algo que no soporto, es ese chantaje emocional de sin ti nada, entre otras cosas porque no creo en un “sin ti nada”, creo en ese sin ti terminarán abriéndose las ventanas a otro horizonte que mirar, tarde o temprano sucede, la falta deja entreabrir las ventanas, la falta y creer, en lo que algunos rehúyen, y de lo que yo ni me escondo , ni me avergüenzo.
Soy metódica porque me ilusiono, sueño, deseo, por mucho tiempo, todo el tiempo que la llama sigue prendida y la falta de ilusión, de sorpresa, de roce, de sueños y deseos cumplidos apaga la llama, poco a poco . Soy metódica, porque en el transcurso de la falta de , no puedo centrarme en colibrís, ni en mensajes que te observan, no puedo centrarme, porque cuando lo hago suelo desear más lo que no está, ver lo maravilloso de lo que ya no se da, por lo que dejo que se apagué del todo la llama para descentrarme y centrarme en otros sueños. Soy metódica porque siempre estoy al máximo, y de pronto ya no estoy, parece que en mi es todo eterno, más sé de sobra que no es así, es eterno, hasta que de pronto, despierto un día sin ese deseo, sin esas ganas de hacer locuras. De pronto miró hacia otro lado. La falta de contacto termina apagándome a mí, y mis deseos, y mis sueños, y mis ganas.
Me apena perderme todo lo que sucede a mi alrededor centrándose en mí, me apena despertar sentimientos , deseos, o ilusiones cuando yo estoy en un parón, o en un apagando poco a poco. Me apena, porque admiro a la gente que se atreve, que no tiene miedo a decir o hacer. Y me lastima en cierta manera pensar que pueda lastimar a alguien por mi poca gratitud hacía gestos que no dejan de ser bonitos.
Ya después de vuelta a casa, con la mente cansada, pienso en ese pobre colibrí de mi escritorio, desmerecido por mi apatía, y me digo, que al final nunca llueve a gusto de todos, y no siempre quién despierta en nosotros pasión, siente pasión por nosotros.
Me relajo y pienso en que poco a poco todo se irá apagando para encender de nuevo la máquina de los deseos, de las locuras y de los sueños, e ir abriendo las alas de los veintisiete colibrís que aun esperan por mí.

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