"Mi Mosca y Yo"

De vuelta, con la mosca que he sido incapaz de sacar fuera del coche, hay una mosca asturiana en Madrid.

Me quedo con varias experiencias en mi piel.

La primera, una ruptura tan efímera como la espera de respuesta, un no es suficiente para seguir conformándose el resto de la vida, ya no hay ruptura, ¿qué hubiese sucedido si hubiese dado un si?

Dos, no puedo comprender como hoy, después de tantos años , la gente sigue hablándome de páginas que pertenecen al pasado, he estado a punto de decirle a unos cuantos, ¡supéralo, ya ha pasado! pero ¿cómo se le puede pedir a alguien que supere algo que ni tan si quiera le pertenece? Tendré que ponerme un cartel en la frente que diga: ¡¡superarlo, mi corazón está a otra cosa hace millones de lunas!!

Tres , según el día o la noche, algunas personas tienen la manía, la tienen desde que yo tengo uso de razón, de decidir quién es mi destino, pero mi destino parece cambiar de la noche a la mañana. Y yo no abro la boca, solo observo como deciden sobre mi zumito de naranja, y me muero de la risa, porque pienso, ¡¡no tenéis ni idea!!, he desarrollado la técnica de poner siempre la misma expresión, aún cuando alguien está realmente dando en el clavo y el clavo me duele. Otra cosa que no soporto es que, el hecho de leerme de rienda suelta a opinar. Porque seguramente sigan sin ser exactas mis palabras, por lo que las opiniones sobran, no se puede opinar sobre los sentimientos. Los sentimientos son personales e intransferibles.

Cuatro, no se cuenta lo que a uno le cuentan, porque eso hace que uno deje de contar, con lo que me cuesta a mi arrancarme, como para que alguien se ponga a contar mis cosas, mis cosas contigo son nuestras cosas, y contigo, nuestras cosas, y contigo, pues también, son nuestras cosas.

Cinco, he visto la luna y el cielo más alucinante del universo , de nuevo, como casi cada luna llena, como casi cada luna menguante de mi vida, me ha llenado de sensaciones, me atrapa, me endulza y me llena de pasión, sin poder evitarlo.

Seis, adoro ver el Esva desde dentro.

Siete, no te decepciona quién ya te ha decepcionado una vez. Me lo apunto.

Ocho, ha sido un verano raro, de gente rara. De dimes y diretes, de tira y afloja, de tú a tu bola, y aún no sé cuál es mi bola. Hubiese desaparecido de escena para no ser la espectadora de tanta falta de ganas por todo. Hubiese cambiado muchas cosas. Pero ninguna de ellas demasiado importantes.

Nueve, cada día me cuesta más soportar las discusiones ajenas, los celos de siempre, las mismas historias, los llantos conocidos, y la falta de interés por disfrutar el momento.

Diez, no puedo evitar que mis piernas tiemblen cuando está cerca, no he podido evitarlo, ni el temblor, ni las ganas, ni la vergüenza que siempre supe disimular.

Once, adoro que David tenga la bondad que tiene, nunca intenta saber nada más de lo que sabe, y sabe más de lo que cuenta, conoce lo que ocurre sin necesidad de indagar una y otra vez y mis carreras de ayer con el quad fueron una buena despedida.

Doce, no puedo con la gente que no se lanza, más tampoco puedo conmigo, que últimamente me faltan agallas para dejar ir a mis impulsos por libre.

Doce más uno, me hubiese ido con él al fin del mundo. Sin dudarlo. Pero ya estoy aquí y no sé cómo hacer, casi por primera vez en mi vida, no sé cómo hacer para no escaparme, para que no escape.

Catorce, no hagas planes con quien luego los deshace.

Quince, el verano que viene otro gallo cantará.

Dieciséis, de nuevo, me hubiese ido al fin del mundo con él sin dudarlo, dejando todo y a todos atrás.

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